La nueva política económica de Donald Trump es algo más que un mero conflicto comercial: es una auténtica prueba de fuego para la independencia digital de Europa. Los aranceles y la presión económica muestran claramente lo estrechamente ligados que están los intereses económicos y las dependencias tecnológicas. Así, cuando los servicios centrales de TI proceden de proveedores sometidos a unas políticas de control cada vez más imprevisibles, dichos servicios entrañan algo más que riesgos económicos, se convierten en un punto débil estratégico.
Desde este punto de vista, la soberanía digital no es una idea abstracta, sino una necesidad estratégica. Las empresas deben hacerse cargo de sus propios procesos críticos de negocio y de sus datos sensibles. Esta es la única forma de evitar las restricciones motivadas por los acontecimientos políticos.
A la hora de seleccionar socios tanto para cloud como para las infraestructuras, las organizaciones deben comprobar dónde y en qué condiciones se procesan sus datos, y si existen garantías contractuales para evitar el acceso a ellos desde terceros países. Los proveedores con centros de datos que operan conforme al GDPR dentro de sus propios países ofrecen tanto seguridad técnica como claridad normativa.
Durante años, resultaba cómodo trabajar con unos pocos grandes proveedores de TI, pero esta comodidad ahora está pasando factura. Se necesita contar con una mayor diversidad en el panorama de los proveedores para poder acceder a una gestión fiable de los riesgos. Esta es la única manera de evitar que las empresas sean víctimas de un chantaje estructural, ya sea político, regulatorio o financiero. Al mismo tiempo: El equilibrio es clave. Si confía en demasiadas soluciones a pequeña escala, se arriesga a incrementar la complejidad operativa. La hoja de ruta idónea exige recurrir a proveedores de servicios europeos de tamaño intermedio que combinen especialización y flexibilidad. La máxima „Buy local“ también se aplica para las TI.
Sin duda, existen alternativas europeas eficientes, pero a menudo, suelen quedar al margen de las decisiones sobre infraestructuras. Aquí también se necesita un claro cambio de rumbo político: alejarse de las conveniencias a corto plazo y avanzar hacia estructuras independientes, sostenibles y a largo plazo. Por primera vez, se aprecian señales de movimiento a nivel de la UE: Se está debatiendo sobre el establecimiento de servicios en la nube y de seguridad específica, algo que se lograría exclusivamente a través de proveedores europeos.
Quienes se tomen en serio la resiliencia digital deben reconsiderar sus decisiones sobre arquitectura informática, procesamiento de datos y comunicación. No se trata de aislamiento. Se trata de elegir conscientemente una libertad de elección y un control real sobre los propios cimientos digitales. Este es precisamente el requisito precio para gozar de una economía europea resistente y autosuficiente.
Martin Hager es el fundador y consejero delegado de Retarus.